El primero es decir que la mayoría creemos que la gente puede obtener cosas buenas de la fe religiosa (por ejemplo, comunidades más sólidas, una conducta ética, experiencia espiritual) que no pueden obtenerse de otro modo; y, el segundo, que también creemos que las cosas terribles que a veces se cometen en nombre de la religión no son consecuencia de la fe propiamente dicha sino de nuestra vil naturaleza —de fuerzas como la avaricia, el odio y el miedo—, y que el mejor remedio para ellas (cuando no el único) son las creencias religiosas.