La conquista de la felicidad

La primera es: recuerde que sus motivos no siempre son tan altruistas como le parecen a usted. La segunda es: no sobrestime sus propios méritos. La tercera es: no espere que otros se interesen tanto en usted como usted mismo. Y la cuarta es: no se imagine que la mayoría de las personas piensan lo suficiente en usted como para desear perseguirlo.

cierto tipo de filántropo que siempre está haciéndole el bien a las personas en contra de su voluntad y se sorprende y se horroriza porque no sientan gratitud hacia él. Nuestros motivos para hacer el bien casi nunca son tan puros como imaginamos que lo son. El amor al poder es insidioso, tiene muchos disfraces y a menudo es la fuente del placer que derivamos por hacer lo que creemos que es bueno para otras personas.

Al sentirse inferior, tendrá resentimientos contra las personas que le parezcan superiores. Encontrará que la admiración es difícil y que la envidia es fácil. Se convertirá en una persona desagradable en general y se notará cada vez más solitario.

Al sentirse inferior, tendrá resentimientos contra las personas que le parezcan superiores. Encontrará que la admiración es difícil y que la envidia es fácil. Se convertirá en una persona desagradable en general y se notará cada vez más solitario.

Al sentirse inferior, tendrá resentimientos contra las personas que le parezcan superiores. Encontrará que la admiración es difícil y que la envidia es fácil. Se convertirá en una persona desagradable en general y se notará cada vez más solitario.

Al sentirse inferior, tendrá resentimientos contra las personas que le parezcan superiores. Encontrará que la admiración es difícil y que la envidia es fácil. Se convertirá en una persona desagradable en general y se notará cada vez más solitario.

Para encontrar el camino correcto y salir de esa desesperación, el hombre civilizado debe agrandar su corazón tal como ha agrandado su mente. Debe aprender a trascender de sí mismo y, al hacerlo, adquirirá la libertad del Universo.

la clase de justicia que debe esperarse como resultado de la envidia es, posiblemente, del peor tipo. Es decir, aquella que consiste más en disminuir los placeres de los afortunados y no en incrementar aquellos de los desafortunados. Las pasiones que destrozan la vida privada, destrozan también la vida pública.

La envidia, de hecho, es una clase de vicio, en parte moral y en parte intelectual, el cual consiste en jamás ver las cosas en sí mismas, sino solo por sus relaciones. Digamos que me estoy ganando un salario que es suficiente para cubrir mis necesidades. Debería estar contento, pero escucho que alguien más, quien no creo que sea superior, se está ganando un salario que es el doble del mío. Al instante, si tengo una disposición nerviosa, las satisfacciones que se derivan de lo que tengo se hacen tenues y empiezo a consumirme por una sensación de injusticia.

Quien quiera incrementar la felicidad humana debe, entonces, aumentar la admiración y disminuir la envidia.