Usted puede haber sido acariciado por mano, por labio, por cuerpo, pero ninguna caricia le devuelve tanto el alma como la lágrima que se desliza.
—¿Cómo sabe eso, Luarmina?
—La lágrima es el mar que acaricia su alma. Esa agüita somos nosotros regresando al primer vientre.