Candela Ríos

El chico de agosto

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Me imagino que os estáis preguntado qué es esto. Es decir, ¿se trata de un capítulo extra de la novela Los chicos del calendario: agosto, septiembre y octubre?, ¿de una escena inédita?, ¿Cande ha perdido por fin la cabeza del todo y escribe cuentos? Nada de eso, bueno, lo último nunca se sabe. Pero centrémonos, lo que tenéis en la mano es el resultado de unas cuantas llamadas de teléfono, de un acto de valentía y de una amistad que empezó hace años, y dejé olvidada. Vamos por partes y empecemos por el final, porque así tiene más sentido. «Una amistad de hace años y que dejé olvidada» (pero que recuperé el pasado agosto y desde entonces mantengo y mimo mucho): Nacho era vecino mío, crecimos juntos, íbamos a la misma clase y casi a diario volvíamos del cole de la mano. Es como el primo que nunca he tenido o, mejor dicho, el primo que siempre he querido tener, porque primos tengo, aunque no me gustan especialmente (lo siento, mamá). «Un acto de valentía»: Nacho me escribió hace tiempo, igual que muchos de vosotros, vio mi vídeo de Youtube y después descubrió Los chicos del calendario y pensó que tal vez podría ayudarle con algo. No estoy siendo misteriosa adrede. Vale, sí, un poco, pero es que todo esto aparece en la novela y no quiero spoilear demasiado si por casualidad alguien lee esta historia antes. El acto de valentía no es que Nacho me escribiese, sino lo que hizo después de que yo me fuera de Asturias el pasado agosto porque, seamos sinceros, ¿se os ocurre algo que dé más miedo que enamorarte? «Unas cuantas llamadas de teléfono»: Nacho me llamó en septiembre, esa parte no sale en la novela porque no es mi historia y él me pidió explícitamente que le guardase el secreto. Más que pedir, amenazó con dejarme abandonada en medio del bosque sin teléfono, sin agua, sin comida y sin zapatos y con nuestro Bambi (si habéis leído los chicos 4 sabéis a quién me refiero y si no, ¿a qué estáis esperando?) si hablaba. Después le llamé yo, ya me conocéis, algo curiosa soy, y le sonsaqué el resto de información y en octubre le supliqué que, por favor, por favor, por favor me dejase contaros su historia. Él puso una condición, que esperase un poco… y un poco he esperado. ¡Ya no puedo más! Y así me estreno como contadora de historias «no vividas en primera persona», aunque cuando Los chicos terminen —y averigüéis su final que os adelanto es de montaña rusa con el vagón acelerado, los ojos bien abiertos y gritando a pleno pulmón— seguiré escribiendo. Sin más dilación, señoras y señores, chicas y chicos, niñas y niños, gatos y langostas, os dejo con Nacho y Petra.
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24 páginas impresas
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