Michel de Montaigne

Ensayos (Libro I)

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En 1580, Michel de Montaigne dio a la imprenta la primera edición de sus dos libros de Los ensayos. El éxito fue tan arrollador que, dos años más tarde, apareció una nueva edición, aumentada con un tercer libro y con notables adiciones y correcciones en los dos primeros. Se completaba así la redacción de uno de los libros que mayor prestigio e influencia han tenido en el pensamiento occidental. Para una nueva edición, Montaigne anotó profusamente un ejemplar de sus obras de 1588, conocido como Ejemplar de Burdeos, con centenares de nuevos comentarios, ampliaciones y matizaciones, pero la muerte le sorprendió en 1592 antes de poder entregarlo al editor. Marie de Gournay, admiradora de Montaigne y a quien éste no dudó en llamar fille d'alliance suya en el libro II de sus Ensayos, siguiendo las instrucciones que le diera el autor, tomó el texto y lo editó para la versión que se publicó en 1595. Del ejemplar de Burdeos se hicieron todas las ediciones y traducciones posteriores desestimando la edición de De Gournay. En España, la primera traducción impresa de los Ensayos se hizo a partir del Ejemplar de Burdeos por Constantino Román Salamero, bibliófilo de lance y profesor de idiomas. Esa traducción, sobre la que está basada la presente edición digital, se publicó en París en 1898 por la casa Garnier Frères, heredera de una larga tradición de imprenta francesa en español.
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487 páginas impresas
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Citas

  • Karla Pinocompartió una citahace 4 años
    Nunca acabaríamos de escribir vituperios contra los desórdenes de nuestro espíritu.
  • Karla Pinocompartió una citahace 4 años
    ¿A cuántas causas no achacamos los males que nos acontecen? ¿En qué no nos fundamos, con razón o sin ella, para dar con algo con qué chocar?
  • Karla Pinocompartió una citahace 4 años
    la parte afectiva que existe en todos los humanos, falta de objeto adecuado, antes que permanecer ociosa se forja cualquiera, por frívolo que sea. Vemos pues, que nuestra alma antes se engaña a si misma enderezándose a un objeto frívolo o fantástico, indigno de su alteza, que permanece ociosa. Así los animales llevados de su furor, se revuelven contra la piedra o el hierro que los ha herido, y se vengan a dentelladas sobre su propio cuerpo, del daño que recibieron

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