el nuevo mandato de la autorrealización individual, la «Happycracia»,44 la tiranía de la felicidad, la obligación social de la plenitud íntima. Aquello que se afirmaba como fin en sí e imperativo moral que surgía del interior del sujeto, se denuncia como técnica de control, dictado, presión, norma obligatoria al servicio del rendimiento económico y de la industria de la felicidad. Bajo el discurso de la soberanía de sí, en realidad un nuevo sistema de coerción nos dirige y oprime, produciendo nuevas formas de frustración y sufrimientos psíquicos.45