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  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Arturo le puso ojitos para que siguiera el juego. Aunque ya no sabía exactamente a qué estaba jugando.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Era demasiado humano y quizás eso fue lo que más le aterró.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Perdón —susurró—, es solo que se supone que estoy destinado a hacer algo glorioso, pero no me dejáis nunca…
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    había llegado al punto en el que verla y no poder tocarla le hacía sufrir
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Jen acarició la tapa de la impresora con el filo de sus largas uñas negras y la sintió ronronear. Los aparatos eléctricos no tenían exactamente un aura como los seres vivos, pero sí algo bastante parecido, y Jen percibía que aquella impresora poseía un alma llena de rencor hacia la humanidad, deseosa de vengarse de años de sobreexplotación, noches enteras encendida a solas porque se habían olvidado de apagarla, golpes para que imprimiera más rápido y otras vejaciones. Cuando Jen comenzó a verter en ella su energía demoniaca, la impresora la recibió con los brazos abiertos.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Entre todas las herramientas de tortura que habían llegado al mundo desde finales del siglo xx, Jen tenía sus favoritas. Últimamente el mayor caos lo provocaban los routers, pero para ella la indiscutible reina de la maldad seguía siendo la impresora.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Otros demonios preferían obrar maldades a gran escala —cosas como catástrofes naturales, guerras o accidentes nucleares—, pero ella era un demonio de las pequeñas cosas. Desde hacía años su trabajo demoniaco se limitaba casi exclusivamente a los desastres tecnológicos. Con una simple maldición podía tumbar todo el sistema informático de una empresa hasta que cundiera el caos o inutilizar el ordenador de un trabajador horas antes de una fecha límite.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Sariel intentaba esforzarse al máximo y responder hasta al empleado más insufrible con una sonrisa, porque amaba a todas las criaturas vivas y porque, en el fondo, entendía que su actitud se debía a la frustración de poseer un alma con necesidades espirituales profundas encerrada en una envoltura carnal, imperfecta, que nunca sería capaz de satisfacerlas del todo. Eso sin mencionar que tenían una existencia terriblemente corta y se veían obligados a pasar buena parte de ella trabajando.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Y allí estaba él.

    Le vio subir las escaleras de su portal el último y sonreírle con esa sonrisa que hacía meses que no veía. Era una sonrisa a medias, como cuidadosa. Uno nunca espera que el momento de retomar contacto con su mejor amigo de la infancia sea el día del fin del mundo. Pero se alegraba, se alegraba… del reencuentro, claro, no del fin del mundo. Aunque no hubiese habido una cosa sin la otra, así que… Quizá Darío sí que se alegraba un poquito de que se acabase el mundo.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    —¿Para qué estudiar si luego no vamos a encontrar trabajo? —refunfuñó entonces Iván, que sabía de lo que hablaba, porque su hermana tenía dos carreras y un máster y seguía en el paro.

    —¿Para qué estudiar si el cambio climático nos va a matar en un par de décadas? —siguió Edu, con un suspiro, y quizá eso ya era pasarse, pero igualmente Darío desvió la vista hacia Samuel, a ver qué decía él.

    —¿Para qué todo, en general?
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