Una de las obras capitales de la literatura española y europea, el Libro de buen amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, anuncia—desde la primera mitad del siglo XIV— tendencias literarias que, al correr los siglos, llegarán a caracterizar las letras españolas en obras como el Lazarillo o el Quijote: humorismo, sátira, uso del lenguaje popular, los refranes, las fábulas, los temas amorosos, la ambigüedad, la mezcla de lo profano con lo religioso….
A pesar de su ritmo narrativo, el largo poema incorpora asimismo lírica tanto religiosa, como amoroso, una de las primeras muestras en castellano, lejos del lirismo gallego-portugués dominante hasta entonces.
Con un tono desenfadado, el narrador refiere los trances amorosos de un arcipreste dicharachero que explica -de mano de don Amor y doña Venus— los lances del amor. No olvida, sin embargo el protagonista su condición religiosa. Lo uno y lo otro remiten a circunstancias históricas. Quizá ese tono agridulce ayude a la artística ambigüedad de un texto siempre fresco y moderno, en el que, por lo demás, la partitura lingüística, la capacidad expresiva, se enriquece definitivamente. Buena parte del encanto del Libro de buen amor estriba en su lenguaje ambiguo, inventivo, chistoso que había de enriquecer la lengua española.
La edición se basa en una cuidadosa transcripción de los códices medievales, que respeta la estructura fonológica del español del siglo XIV, pero que aspira a facilitar la lectura de personas cultas, con anotación sencilla y ponderada.