No entré en su habitación. No acepté el caramelo del guapísimo extraño, aunque no fue por falta de ganas. Solo tienes que mirarle —añado, desafiándola a alucinar aún más—. Deberías verle sin camisa.
Ansel se balancea sobre los talones, dando sorbos de su bebida.
—Por favor, continúa como si no estuviese aquí. Esto es fantástico