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Ángel Barahona Plaza

La fuente última del acompañamiento

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    pero sobre todo recibe de Dios la garantía de que Él lo ayudará: «Yo hablaré por ti, Yo estaré contigo» (Ex 3:12)
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    Al revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad, que es de siempre y para siempre, valedera tanto para el pasado («Yo soy el Dios de tus padres» —Ex 3:6—) como para el porvenir («Yo estaré contigo» —Ex 3:12—). Dios, que revela su nombre como «Yo soy», se revela como el Dios que está siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo (CCE 207
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    2. ACOMPAÑAMIENTO COMO CAMINO SEGÚN EL PARADIGMA DEL ÉXODO14
    El acompañamiento es visto en la Biblia como un camino, un diálogo en la historia de Dios con su pueblo para que este alcance la Tierra Prometida. De inmediato, percibimos que la tierra es entendida por Dios de una manera distinta que por el pueblo. El pueblo la ve como seguridad, independencia, autodeterminación y dominio. YHWH la contempla no tanto como un lugar, sino como un camino que recorrer en aras de la plenitud: unidad de vida, para que no haya desgarramiento interior, en el que hacer, decir, vivir sea lo mismo. Una relación entre libertades sin doblez, entre Dios y el hombre a través de un mediador. YHWH acompaña al que acompaña a otros
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    Este hablar al corazón y desde el corazón es el adiestramiento básico de una oración verdadera. Israel debe aprender a relacionarse con YHWH de corazón a corazón, sin doblez. La sinceridad del corazón implica limpieza de intenciones. No significa sin pecado, sino sin hipocresía. Esto quiere decir reconocimiento de la culpa: Podría haber hecho o decidido otra cosa, pero hice aquello que me ha alejado de ti; ten misericordia de mí, «no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu Santo Espíritu» (Sal 51: 8
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    Hablar al corazón es mucho más que decir una palabra amable. Hablar al corazón es el lenguaje del amor, que renueva la vida del hombre desde el interior, desde allí donde el Señor está más cerca de nosotros que nosotros mismos: «Interior intimo meo et superior summo meo» (Conf III, 6:11). Dios lleva al pueblo fuera de Egipto para, en el desierto, poder hablarle al corazón (Os 2:16). Y, al final de la esclavitud del exilio, Dios invita al profeta Isaías: «Consolad, consolad a mi pueblo dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados» (Is 40:1-2
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    No obstante, YHWH sabe que el acompañamiento no terminará sino el día en que se instale la Ley en el fondo del corazón: «Ya no habrá que instruirse mutuamente…,12 todos me conocerán, desde los más pequeños hasta los mayores» (Jer 31:33s). El éxito se hará esperar, porque Israel se resiste a la conversión: es necesario que la corrección no caiga directamente sobre un pueblo débil, al que le cuesta sufrir, sino sobre un modelo sustituto, sobre el siervo de YHWH del Deuteroisaías: «El castigo que nos da la paz está sobre él y gracias a sus llagas hemos sido curados» (Is 53:5
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    Dichoso el hombre al que Dios corrige; sé dócil a la lección de Saddai» (Job 5:17), pues es el modo en que YHWH conduce, acompaña a los pueblos (Sal 94:10; Is 28:23-26). Job avala la necesidad de ser corregido: «He aquí, cuán bienaventurado es el hombre a quien Dios reprende; no desprecies, pues, la disciplina del Todopoderoso» (5:17)
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    Haz que vuelva, y volveré, pues tú eres mi Dios» (Jer 31:18)
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    Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia» (2 Tm, 3:16)
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    Existen numerosos pasajes del Nuevo Testamento en los que Cristo llama, mira esperando respuesta, camina al lado, indica el seguimiento (el ir con él), corrige, exhorta, pregunta, dialoga, demanda un gesto, etc
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