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Dietrich von Hildebrand

Las formas espirituales de la afectividad

  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 10 meses
    Aun si Aristóteles tuviese razón en su tesis de que el conocimiento es la fuente de la verdadera felicidad, la felicidad misma que procede del conocimiento tendría sin embargo que ser sentida. Una felicidad que no es sentida es una palabra sin sentido, un concepto contradictorio –se halla al mismo nivel que una decisión no querida que sea solo pensada o solo sentida–.
  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 10 meses
    Tan pronto como se ha comprendido que las respuestas afectivas al valor son de naturaleza plenamente espiritual, desaparecen numerosos problemas artificiales que han causado muchos quebraderos de cabeza en la historia de la filosofía; por ejemplo, el desesperado intento de salvar la espiritualidad del amor reinterpretándolo como un acto de voluntad y despojándolo de su carácter afectivo. San Agustín vio esto de manera muy clara en ese maravilloso pasaje de su Tractatus in Ioannem en que habla sobre la frase de Cristo de que solo podemos venir a él «si el Padre nos atrae» (Jn 6, 44). Él supone que se le objetará que, si somos atraídos, no somos ya entonces libres, y muestra cuán falso es esto cuando exclama: «Parum est voluntate, etiam voluptate traheris» (sería poco que te atrajera solo por la voluntad; también por la afición ha de atraerte) [1]. No cabe poner de relieve más claramente la diferencia entre un auténtico acto de voluntad y una respuesta afectiva al valor.
  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 10 meses
    Mas la alegría por la liberación de alguien preso injustamente no solo tiene carácter intencional, no solo es una respuesta significativa, sino que es también una respuesta al valor. Esto significa una referencia muy especial al sentido y al valor del objeto, un conformarse con él, un plegarse a él, un acompañar y vibrar con la esencia y el valor del acontecimiento, adecuados con él. De manera análoga a como se realiza en el conocimiento y en la convicción una adaequatio intellectus ad rem (adecuación del entendimiento con el objeto), se produce aquí en esta alegría una adaequatio cordis (adecuación del corazón) con el valor de ese acontecimiento.
  • Ricardo Mejía Lópezcompartió una citael año pasado
    Dietrich von Hildebrand, El Corazón. Un análisis de la afectividad humana y divina, (Palabra, Madrid, 2009, 6ª edición)
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