Señor, la ciencia es infalible, pero los sabios se equivocan siempre.
Baltasar tenía un talento natural y replicaba:
—No hay más verdad que lo que es divino y lo divino permanece oculto. Buscamos en vano la verdad. Aun así, he descubierto una estrella nueva en el cielo. Es hermosa, parece viva y, cuando brilla, se diría que se trata de un ojo celeste que parpadea con dulzura. Creo que me llama. ¡Dichoso, dichoso, dichoso quien nazca bajo esta estrella! Sembobitis, observa qué mirada nos lanza este astro encantador y magnífico.
Pero Sembobitis no vio la estrella porque no quería verla. Sabio y viejo, no le gustaban las novedades.
Y Baltasar repitió solo en el silencio de la noche:
—¡Dichoso, dichoso, dichoso quien nazca bajo esta estrella!