cuán débil, miserable, debe de ser esa especie de sustancia que vanidosamente llamamos alma, espíritu, sentimiento, lo que llamamos dolor, cuando todo eso, aun manifestándose en un grado extremo, no logra destruir el cuerpo lacerado…, cuando se sobrevive a horas así en vez de morir, de aniquilarse, como un árbol partido por el rayo.