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Jack London

El Talón de Hierro

  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 4 años
    La Causa de la revolución estaba perdida esta vez, pero esa Causa sería restaurada el día de mañana, la misma Causa, siempre rejuvenecida y ardiendo en su llamarada inextinguible. Durante las horas que siguieron, sumida en esa orgía de horror y violencia, fui capaz de discernir las cosas con un lejano interés. La muerte y la vida no pesaban. Era una espectadora cautivada por los eventos y, a veces, arrastrada por la marejada, me convertía en una participante curiosa, pues mi conciencia había escalado hasta una altitud estelar y fría, y se había aferrado a una trasposición
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 4 años
    ¿Por qué no iban a rebelarse? La gente del abismo no tenía nada que perder salvo la miseria y el dolor de su existencia. ¿Y qué tenía por ganar? Nada, excepto un consuelo final y postergado: saciar su hambre de revancha. A medida que escudriñaba la marcha, pensé que en aquella corriente de lava humana iban hombres, camaradas y héroes cuya misión había consistido en despertar a esa bestia abismal y mantener al enemigo ocupado en domarla.
  • Miguel Ángel Vidaurrecompartió una citahace 4 años
    Faltaban las noticias locales. Esto era una jugada maestra. Se cubrió a Chicago de misterio y se sugirió al lector común y silvestre de Chicago que la oligarquía no se había atrevido a trasmitir las noticias locales. Se escribieron falsos rumores de insurrección en todo el territorio nacional, toscamente exagerados y relacionados con las medidas severas que se tomarían contra los rebeldes. Hubo reportes de numerosas estaciones inalámbricas dinamitadas, donde se ofrecían recompensas por la identificación de los perpetradores. Era evidente que no habían volado por los aires ninguna estación. Se propagaron muchos otros atentados, encajados al esquema de los revolucionarios. Los camaradas de Chicago creyeron que la revuelta general estaba empezando, aunque con un cúmulo de confusas desprolijidades y detalles caóticos. Para un lector desinformado, era imposible escapar a la sensación vaga, sin embargo cierta, de que todo el país estaba maduro para la revuelta que ya había comenzado.
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