—Kira —murmuró, volviéndose hacia mí—. Quiero que sepas que he hecho una nueva promesa que tengo intención de mantener durante el resto de mi vida.
—¿Cuál? —susurré, notando la importancia que iban a tener sus palabras.
Me volvió la cara hacia él.
—Estamos casados, habrá momentos en los que no estemos de acuerdo y nos pelearemos; sé que incluso llegaremos a cuestionar al otro. Habrá momentos en los que amarte me provoque el mayor miedo imaginable, pero mi voto es el siguiente: No importa lo que pase, nunca abandonaré la habitación hasta que hagamos las paces. —Me recorrió la cara con una expresión tierna y vulnerable en los ojos—. Y con eso no quiero decir hasta que te convenza de lo que pienso, sino que resolveremos juntos el problema que sea, no importa lo que tardemos. No quiero que vuelvas a preocuparte por si te alejo de mí. Te lo prometo de todo corazón.
Me inundó una oleada de ternura mientras le decía que sí con la cabeza.
—Hago la misma promesa.
Sonrió con suavidad.
—A veces nos encontraremos a mitad de camino, pero otras seré yo el que vaya hasta ti. Y trataré de dejar mi orgullo a un lado con todas mis fuerzas cuando sea necesario.
—Y yo también —dije