Andrea Rodríguez Zavalacompartió una citael año pasado
La libertad es la regla, y los deberes la excepción.
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la ley no es más que una «regla de colisión» que garantiza la libertad entre los distintos universos de autorrealización, es decir: impide que la libertad de uno se imponga por encima de la libertad del otro.
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«La ley no es sino el derecho de impedir las acciones nocivas para la sociedad. Todo aquello que la ley no prohíbe no se puede impedir, y nadie puede ser obligado a hacer lo que la ley no impone».
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La libertad, según dice la Constitución revolucionaria de 1791, consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a otros, y esta definición viene confirmada por la Constitución jacobina de 1793.
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Y mucho menos aparecerá en su horizonte algo así como el derecho a la felicidad, un derecho que viene a ser la apoteosis abstracta de sí mismo.
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EL SUMO DERECHO: LA FELICIDAD
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Los derechos comparten entonces la concreción de las propias condiciones materiales.
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La determinación de la relación entre persona y persona a través de la norma jurídica consiste en que a la voluntad individual se le asigna un campo de acción en el cual ha de dominar con independencia de cualquier otra voluntad.
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Los derechos son, por así decir, la armadura jurídica de la voluntad individual, que la vuelve eficaz y la protege de los peligros; según la fórmula de Friedrich C. von Savigny, son aspiraciones de la voluntad garantizadas por el derecho.
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Las vicisitudes históricas en torno a los derechos muestran claramente este curso contradictorio. En la sociedad de los desiguales, los discursos sobre los derechos son ambiguos porque pueden justificar tanto las exigencias oligárquicas como las aspiraciones democráticas, esto es, tanto la concentración como la difusión del poder social y político