No supe si mi madre se había quedado en el umbral sujetándose el cuello del albornoz para no pillar frío. Quizá se despidió con la mano o quizá subió a ducharse antes de que Clara se despertara. No dije a mi madre «Yo también te quiero». No dije adiós a Clara. No sé si mi hermana dormía boca abajo con los brazos y las piernas estirados y el pañal formando un bulto compacto debajo de su pijama, o si se había acurrucado en un rincón como hacía a veces, aferrando la manta blanca de ganchillo contra el mentón. No sé si Cuac-Cuac estaba con ella en la cuna. Ni siquiera estoy segura de cuándo vi a Clara por última vez. ¿A la hora de cenar en el regazo de mi padre o en la cuna cuando pasé junto a ella para ir al baño?
Me iba al colegio y no volví la vista atrás.