Hay algo en la obra de Barthes que siempre ofreció, y ofrece, una resistencia. Un resto inasimilable tanto a la lectura institucional como a las lecturas más descentradas del sistema crítico dominante. Si nos detenemos apenas un instante en la recepción crítica de sus libros a mediados de los años ‘60 y comienzos de los ’70, cuando en Argentina comenzaron a circular sus textos, Barthes fue “un autor” de Literal y también de otras revistas literarias como Los libros. Los que hacíamos Literal estudiábamos Barthes.