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Anónimo

Cuentos Y Leyendas Japoneses

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Esta obra presenta una selección de las historias más significativas y transmitidas de la literatura popular japonesa.Sus temas van desde el humor a la tragedia, pasando por los relatos de magia y culminando con dos epopeyas que forman parte del patrimonio cultural más propio del país.La finura y cuidado de la literatura japonesa se manifiesta incluso en estos anónimos escritores que aún en la narrativa popular adoptaban las formas más refinadas, poniendo de relieve la elegancia de estilo que ha hecho pensar que la literatura del Japón era obra de aristócratas.Esta publicación constituye un intento de aproximación a una milenaria cultura todavía desconocida en muy buena parte por los lectores occidentales.
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203 páginas impresas
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Opiniones

  • Valentina Curielcompartió su opiniónhace 5 años
    👍Me gustó

    Vale la pena leer es muy bueno este libro
    Me encantan sus historias
    Se los recomiendo

  • Klau Vázquezcompartió su opiniónhace 6 años
    👍Me gustó
    🎯Justo en el blanco
    🌴Perfecto para la playa

    Este libro tiene muchas enseñanzas de la historia mítica del Japón. T ayuda mucho a entenderla mejor pero si no eres fanático de ella o tienes una especial admiración por la cultura puede resultar tedioso y aburrido principalmente x los nombres de los personajes. Lo recomiendo para entusiastas d esta cultura

Citas

  • Daniel Martinezcompartió una citahace 5 años
    La primera pieza trata de los dioses; la segunda de un guerrero; la tercera de una mujer; la cuarta de un loco y la última de los diablos o bien puede tener carácter festivo.
  • Ayskelcompartió una citahace 8 años
    GLOSARIO

    Chan: Forma inconvencional de «San» que se usa solamente para niños, amigos íntimos o miembros de la familia.

    Sake: Vino hecho de arroz.

    Sama: Una forma más fina de «San».

    Samicen: Instrumento de tres cuerdas que se toca con un plectro de madera o marfil.

    San: Señor, señora o señorita.

    Sayonara: Adiós.
  • Ayskelcompartió una citahace 8 años
    Anónimo

    Cuentos y leyendas japoneses

    © NARCEA, S. A. DE EDICIONES
    Doctor Federico Rubio, 89. Madrid-20
    Traducción: Ángel García Fluixá
    Impreso en España — Printed in Spain
    Depósito legal: M. 36.468-1982

    I.S.B.N. 84-277-0567-0

    Imprime: Fareso, S. A. P. de la Dirección, 5 Madrid-29

    INDICE

    Pégs.

    INTRODUCCIÓN 9

    CUENTOS POPULARES Y DE ENCANTAMIENTOS

    El viejo que hacía florecer los árboles 21
    El gorrión de la lengua cortada 33
    El joven Urashima 49
    La tetera de la fortuna 66
    El traje de paja de arroz que volvía invisible 77
    La historia de la princesa Kaguya 84

    EPOPEYAS Y LEYENDAS

    El nacimiento del Japón... 151
    Crónicas del Heike 172

    INTRODUCCION

    A pesar de la indudable riqueza y el peculiar atractivo de la literatura japonesa, ésta no se conoce demasiado en Occidente.
    Las razones de esta ignorancia son fundamentalmente lingüísticas, ya que lo intrincado del idioma japonés dificulta las traducciones y consiguientemente el acercamiento a las manifestaciones literarias.
    Por otra parte, existe en Occidente la difundida creencia de considerar a los japoneses como una raza de meros imitadores sin personalidad propia para crear ninguna obra artística genuinamente suya. En el campo de la literatura, suele considerarse al Japón imitador de China; sobre este punto sería imposible negar el enorme papel que tuvo China en el desarrollo de la civilización japonesa, pero todo lo que el Japón tomó de China fue considerablemente modificado por el temperamento japonés fundamentalmente distinto del chino.
    La literatura japonesa es predominantemente de tono aristocrático; fue frecuente en ciertas épocas que florecieran las literaturas cortesanas en los palacios de los emperadores y shogunes, donde prácticamente todos los nobles se entregaban al ejercicio de la composición poética. Ello no quiere decir que no haya habido baladas y narraciones populares; prueba de ello es la presente colección de cuentos y leyendas, pero, aún en este género de obras se manifiesta probablemente una mayor elegancia que en sus equivalentes occidentales; la literatura japonesa no es, pues, aristocrática en el sentido estricto de haber sido obra de los aristócratas, sino que en su mismo estilo puede observarse, hasta en la literatura vulgar, una tendencia casi constante a adoptar las formas más refinadas.
    Los géneros literarios más sobresalientes y a los que nos referiremos con cierto detalle son la poesía, el teatro y la novela, pero en Japón se desarrollaron otros géneros tales como el diario, la narración de viajes y el libro de pensamientos con más facilidad que en otros países, debido quizás a su estructura aparentemente privada de forma, puesto que el escritor japonés suele ser como el pintor impresionista que produce una impresión de realidad a partir de pinceladas, aparentemente arbitrarias, de diversos colores.
    Así, los incidentes inconexos del relato japonés nos dejan, al mezclarse unos con otros, un conocimiento impreciso de su vida.

    Poesía
    La poesía japonesa carece de rima, acento y cantidad vocálica; las leyes de la prosodia se reducen a contar las sílabas teniendo preferencia por la alternancia de versos pentasilábicos y heptasilábicos. No existen poemas épicos, didácticos, filosóficos o satíricos; los temas predilectos de los poetas japoneses son el elogio del amor y del vino, la añoranza de los seres queridos, las elegías, las jaculatorias sentenciosas y la emoción ante los diversos aspectos de la naturaleza.
    Las estrofas fundamentales son el tanka, una estrofa de 31 sílabas, distribuidas en versos de 5-7-5-7-7 y el haiku que contiene 17 sílabas repartidas en tres versos de 5-7-5. Dentro de esas dos formas o de variantes basadas en ellas, hemos de encontrar casi todo lo que los japoneses consideran como poesía. A esta brevedad estrófica se debe la ausencia de poemas extensos; en cuanto a no encontrar en la poesía de Japón poemas de carácter intelectual o no emocional se debe a que los temas considerados como poéticos estaban perfectamente delimitados por la tradición. El número de estados de ánimo está también limitado y la lista podría prolongarse indefinidamente hasta encontrarnos con una colección muy reducida de temas considerados aptos para la poesía y, dentro de esa colección reducida, un reducido número de modos de tratarlos.
    El que los asuntos favoritos de los poetas japoneses fueran de índole sencilla fue consecuencia quizás de la fácil versificación o viceversa. Así y todo, se dieron algunos poemas largos.
    Un rasgo evidente de la poesía japonesa es su poder de sugestión. Un poema realmente bueno tiene que completarlo el lector. Así en este haiku de Basho (1644-1694):

    Las cimas de las nubes
    se desmoronaron...
    La montaña iluminada por la luna.

    El escritor no especificó de qué forma fue afectado por esta experiencia; un poeta occidental sin embargo hubiera añadido una conclusión de tipo personal. Pero eso es lo que ningún poeta japonés dirá explícitamente; su poema o lo sugiere o se malogra.
    Los poemas japoneses más antiguos que conocemos se conservan en una obra de principios del siglo VIII d.C.: Relación de cuestiones antiguas (Kojiki).
    El carecer de la estructura formal de otros tipos más convencionales de poesía fue una ayuda para los japoneses, cuyo fuerte, en la poesía o en la prosa, no ha sido nunca la construcción.
    Durante extensos períodos se cultivó la estrofa encadenada que consiste, en su forma más sencilla en un tanka compuesto entre dos personas, una describe los tres primeros versos y la otra los dos últimos:

    Recogiendo hacia el mar
    las lluvias de mayo, corre fresco
    el río Monogami.

    Los barquitos pesqueros atan
    sus luces de luciérnaga a la ribera.

    A este primer eslabón se unió un tercer grupo de tres versos de 5-7-5 sílabas con lo cual se abrió el camino para cadenas poéticas de muchas estrofas alternas de tres y dos versos. La unidad de tres estrofas quedó como la más importante dentro de esas cadenas, pues cada estrofa había de encajar con la anterior y con la siguiente.
    Siempre y cuando este requisito se cumpliera y la poesía se mantuviera a un alto nivel evocador, no había necesidad de elaborar cuidadosamente un principio, un medio y un final. Pero cuando se perdió el arte de ajustar debidamente las estrofas, esta forma de versificar encadenada se convirtió en un juego de salón y fue abandonada por los poetas que dedicaron sus energías al haiku convertido en la forma poética favorita de los japoneses y la principal atracción de los poetas occidentales.

    Teatro
    El teatro es el género de la literatura japonesa que más atrajo la atención de Occidente; existen por lo menos cuatro tipos de espectáculo teatral: el no cuyo repertorio comprende principalmente obras de los siglos XIV y XV; el kabuki o drama lírico que nació en el siglo XVI como teatro popular; el teatro de títeres que posee obras de los siglos XVII y XVIII y, por último, el drama moderno escrito al principio en gran parte bajo la influencia occidental, pero ahora independiente. Nos fijaremos especialmente en los tres primeros.
    No quiere decir «talento» y, por derivación, la exhibición pública del mismo, es una combinación de canto, música y danza, escrito en verso con una trama que unifica los tres elementos. Su origen fue secular aunque tuvo cierta influencia religiosa.
    El no utiliza máscaras y cada representación dura unas seis horas. En cada programa se representan cinco piezas ordenadas según se estableció en el siglo XVI. La primera pieza trata de los dioses; la segunda de un guerrero; la tercera de una mujer; la cuarta de un loco y la última de los diablos o bien puede tener carácter festivo.
    Este tipo de representación, el más aristocrático de todos, se fue convirtiendo en pasatiempo de los nobles cortesanos. Al final del siglo XVI surgió la renovación de las formas teatrales, apareciendo el kabuki, arte dramático que, junto con otras manifestaciones artísticas contribuyó a la renovación de ideales estéticos con que la boyante burguesía de esta época revitalizó la cultura japonesa.
    Se compone también de tres elementos: canto, danza y técnicas de representación y tiene como carácter inicial un realismo propio de su origen popular. Este realismo, con el paso del tiempo, se ha convertido en algo muy relativo ya que la representación se ha ido estilizando y tiende a veces a ciertas formas de pantomima, debido esto también en gran parte, a la influencia del no y del teatro de títeres.
    En este tipo de representación, la belleza formal, el sentido pictórico y el esquema de colores adquieren la mayor importancia.
    El actor tiene también gran relevancia; las técnicas de representación han ido transmitiéndose de padres a hijos, formándose auténticas dinastías de actores de kabuki, por lo que este oficio queda prácticamente limitado a los miembros de esas familias.
    En el kabuki no tienen cabida las mujeres; los papeles femeninos son interpretados por actores especializados conocidos con el nombre de on— nagata. Esta costumbre fue, en su origen, (1629) una prohibición motivada por la acusación de inmoralidad de las actrices.
    El kabuki no utiliza máscaras como el no, sino maquillaje. Su función no es tan sólo crear el semblante del personaje que se va a representar, sino que debe ser adecuado a la fisonomía del actor con el fin de darle el máximo relieve a la expresión de su cara. Además tos colores tienen un significado convencional que ayuda a entender los rasgos globales del carácter del personaje: las franjas rojas representan justicia, valentía, equidad, fuerza; el azul indica crueldad y perversión; el blanco significa juventud, belleza, etc.
    El teatro de títeres o joruri tiene como antecedente al no. La tradición de las máscaras contribuyó a que el público aceptase a los muñecos, y el coro que en el no recita en lugar del bailarín, preparó el terreno para que un narrador dijera los versos mientras actúan los muñecos.
    Al principio los títeres eran pequeños y las personas que los manejaban lo hacían ocultas del público; poco a poco la talla de los muñecos fue aumentando lo que obligó a manejarlos a la vista de los espectadores.
    Como es lógico, el teatro de títeres requiere un estilo literario especial, los textos tienen que suplir con su vivacidad la falta de expresividad de los muñecos. Los parlamentos y pasajes descriptivos están cuidadosamente compuestos.
    Los títeres, en su competencia con los actores, acabaron perdiendo popularidad, aunque se siguen representando, como el no, para los conocedores del género.

    Novela
    La novela japonesa tuvo un doble origen: por una parte las anécdotas y los cuentos frecuentemente de índole fantástica, y por otra la poesía.
    La pequeñez de las formas poéticas no lograba comunicar cualquier noticia manifiesta que se necesitase para la comprensión de los poemas, por lo tanto se les añadieron breves prefacios en prosa que explicaban las circunstancias en que fueron compuestos. Estos prefacios eran, a veces, más largos que los poemas y es posible que los cuentos se hayan compuesto originariamente como comentarios a los poemas.
    Los cuentos de Ise y El árbol hueco, obras del siglo X, son exponentes de esta expresión literaria hasta llegar a La historia del Genji escrita hacia el año 1000 d.C. Esta obra pertenece al período Heian (794-1191) en el que se produjeron una considerable cantidad de obras de ficción, ensayos y algunas obras semihistóricas con abundantes pinceladas de fantasía. Su autor fue una mujer, Murasaki no Shikibu miembro de la corte del mikado. La historia del Genji no está construida evidentemente según los conceptos de los novelistas occidentales; es una obra extensa —2.500 págs.— y representa la culminación literaria de todo lo que la precedió; al mismo tiempo, su importancia capital la convierte en la obra más típica y grande de la literatura japonesa. Es la novela de la civilizada corte del Japón del siglo X, aunque no su retrato; más bien es la evocación de un mundo que nunca existió, la visión romántica de lo desaparecido.
    Desde finales del período Heian hasta comienzos del período Yedo (1603), la literatura japonesa languideció. Muestra de esta época de decadencia fue La historia de/ Heike que, con mucha retórica y detalle romántico, relata las guerras civiles que por entonces devastaron el país.
    Sin embargo, esta época no fue sólo un tiempo de tristeza. Se conocieron años de prosperidad en los que se escribió una cantidad considerable de poesía hecha en aquellas cortes. La literatura se descentralizó y comenzaron a escribirse libros en otras partes del reino, fuera de la capital.
    Durante et período Vedo (1603-1868) hubo un gobierno autoritario, aunque generalmente benévolo, pero cada vez más ineficaz. Hacia fines del siglo XVII, florecieron las actividades culturales. Se produjo el resurgimiento de la religión sintoísta que produjo una literatura autóctona de puro estilo japonés. La literatura popular del período es abundantísima. Va no encajaban en el espíritu de la época las historias medievales guerreras. Todo el mundo deseaba estar al día y la novedad era una meta a alcanzar por los autores de mayor y menor categoría. Los momentáneos placeres de la vida eran más estimados que los valores eternos buscados por los medievales.. El último novelista importante antes de la Restauración Meiji de 1868 fue Bakin, de intención moralista, muy influenciado por la literatura china.
    La novela japonesa había descendido a su nivel más bajo a principios del siglo XIX; era una literatura desnaturalizada que apenas tenía que ver con el estilo de otros tiempos. La censura del gobierno impedía, por otra parte, que los escritores narrasen las realidades sociales que se estaban dando en el país: los levantamientos de los campesinos y la corrupción del gobierno no pudieron ser abordados. Los escritores se vieron, pues, forzados a limitarse a asuntos trillados o triviales.

    Japón y la influencia de Occidente
    Era el influjo de Occidente lo que había de traer nueva vida a la literatura japonesa. Esta influencia occidental provocó un interés creciente por los temas sociales, aunque por lo general, la poesía siguió fiel a la tradición; fueron otras ramas de la literatura, fundamentalmente la novela, las que se convirtieron en vehículo del nuevo pensamiento.
    Podemos decir que la literatura japonesa producida de 1900 a 1941 guarda mucha semejanza con la europea de la misma época. Las tendencias que por aquel tiempo se dieron en el Japón son (as mismas que se dieron en Europa, lo cual no quiere decir que la literatura japonesa perdiera su individualidad, sino que asumió la forma de variantes locales o regionales dentro de la corriente principal de la literatura moderna y no, como antes, dentro de una tradición independiente. Eso ocurrió sobre todo con las novelas y un poco menos con la poesía.

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