Desearía expresar aquí mi convicción de que el cristianismo constituye la experiencia más profunda ofrecida por Dios a los hombres. Es un asunto de sentido y de verdad, de esperanza y de amor, de sufrimiento y de gozo. Es un conjunto de itinerarios distintos, recorridos por gente de toda clase y de toda raza. Es un espacio de libertad en el que cada cual debe buscar la luz y tomar sus decisiones, teniendo en cuenta los recursos intelectuales y afectivos de su cultura, en diálogo con las religiones no cristianas. Y, puesto que también se trata de un lugar de solidaridad, yo propongo aquí, como creyente y como teólogo, aclaraciones e interpretaciones, con la esperanza de que sirvan de guías para el camino.