El libro que usted tiene en sus manos (…) está atravesado por la muerte. Todos los hombres nos mecemos entre esta vida y la otra, cuando zozobramos a bordo de un avión viejo y descubrimos que somos “ateos de tierra firme”. O cuando los paramilitares nos dejan libres al admitir que somos los 'payasos' del teatro del pueblo. O cuando, de bien niños, nos pasmamos ante la lucha a muerte de nuestros dos hermanos con sendas muchachas en el catre del amor”.
Arturo Guerrero
«Con El hombre que se mece, Jaime Fernández Molano enfrenta un reto adicional: el de aprehender la realidad en cápsulas literarias que no superan la media página. (…) Es un recorrido por las máscaras de un país en donde la violencia se escribe en plural: el prestamista, el violador y su verdugo, el fotógrafo, los poetas adoradores de la luna, los policías, el amigo asesinado… todos asoman su rostro por allí, y renglones después desaparecen».
Carlos Castillo Quintero
«Teniendo en cuenta la naturaleza breve y exacta de los textos contenidos en El hombre que se mece, se impone la sorpresa elabora— da en un devenir narrativo y poético relevante. Las dos partes del libro, cada una a su modo, son el escenario de una secuencia de detalles suspendidos en la simpleza de lo cotidiano, en la vida humana que experimenta cosas y que termina arraigada, para realzarse a sí misma, en el lenguaje».
Nayib Camacho O.
«En su libro, la vida y la muerte se pasean de la mano en un contubernio inexplicable, sin que ninguna de las dos pretenda realzar su figura para opacar a la otra, como bien lo expresa el autor en estas líneas: «Cuando quise fundirme a mi potranco y ser para siempre un centauro, la daga del execrable hombre segó de un solo tajo la cabeza y también los sueños de la mítica criatura"".
Henry Benjumea Yepes