—¿Sazed? —dijo, asomándose al pasillo.
El mayordomo se detuvo y se giró.
—¿Sí, mi señora?
—Kelsier —dijo, en voz baja—. Es un buen hombre, ¿verdad?
Sazed sonrió.
—Muy buen hombre. Uno de los mejores que he conocido.
Vin asintió levemente.
—Un buen hombre… —dijo en voz baja—. Creo que nunca había conocido a ninguno.