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Joseph Conrad

El corazón de las tinieblas

  • Antonio García Cruzcompartió una citahace 2 años
    Gritó en un susurro a alguna imagen, a alguna visión... gritó dos veces, un grito que no fue más que un suspiro: “¡El horror! ¡El horror!”
  • Antonio García Cruzcompartió una citahace 2 años
    Creo que ella le había susurrado cosas sobre él mismo que él no conocía, cosas que él no concebía hasta que escuchó los consejos de aquella gran soledad y el susurro se había revelado como irresistiblemente fascinante.
  • Antonio García Cruzcompartió una citahace 2 años
    Vivimos como soñamos, solos…
  • Paula Ortiz Ayalacompartió una citahace 5 años
    palabra “marfil” resonaba en el aire, se susurraba, se suspiraba. Uno hubiese dicho que estaban rezándole.
  • Paula Ortiz Ayalacompartió una citahace 5 años
    individuos tienen papel esencial y contradicen el excesivo determinismo de quienes buscan en las circunstancias la explicación de todo.
  • Paula Ortiz Ayalacompartió una citahace 5 años
    una época durablemente impregnada por el realismo y el naturalismo, por la descripción amarga de unos seres humanos estrictamente condicionados por su medio y herencia.
  • Paula Ortiz Ayalacompartió una citahace 5 años
    El siglo XIX es la época de las grandes novelas, de las narraciones de aventuras que corresponden, en la vida real, a la expansión de los europeos por los cinco continentes,
  • Paula Ortiz Ayalacompartió una citahace 5 años
    corazón del mundo industrializado era en el siglo XIX Londres, la «Madre de las Ciudades» en palabras de la época, y su sangre las vías fluviales y marítimas cuyo libre tránsito se consideraba esencial.
  • Paula Ortiz Ayalacompartió una citahace 5 años
    El siglo XIX se cierra, y el XX se abre, con un conflicto entre torpe colonialismo y proyecto de civilización y progreso, universalidad de los valores humanos y facilidad del retroceso a la barbarie, conflicto que, de hecho, continúa hasta el día de hoy.
  • Paula Ortiz Ayalacompartió una citahace 5 años
    Navegación y comercio, junto con ferrocarriles, técnica y auge demográfico, impulsaban la Revolución Industrial, y las compañías inglesas, francesas, holandesas, belgas extraían con avidez materias primas, productos exóticos y un elemento, el marfil, que se había convertido en fetiche y símbolo de riqueza. España, mientras, languidecía en el recuerdo de sus perdidas provincias americanas
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