Contrafactuales

sostuve en mi libro La llegada del Tercer Reich que la disyuntiva a la que se enfrentaba Alemania en 1933 era fundamentalmente entre un régimen militar autoritario y una dictadura nazi.

Para la inmensa mayoría de contrafactualistas, como ha señalado Tristram Hunt, las versiones condicionales del pasado sitúan al individuo en el centro de sus historias: se trata de una historia de lo que los generales, presidentes y revolucionarios hicieron o dejaron de hacer. La contribución de la burocracia, las ideas o la clase social no es nada comparado con las veleidades de Iósif Stalin o la complexión de Francisco Fernando”.

embargo, no se trata de novelas contrafactuales, porque no plantean una influencia causal determinada que creara el mundo paralelo que describen, tal como señaló acertadamente Wheeler-Bennett. Además, ni estas obras ni el género mucho más amplio de la novela histórica introducen cambios significativos en el contexto histórico básico; inventan diálogo, rasgos de los personajes y algunos personajes, pero no los grandes acontecimientos, estructuras o instituciones de la historia; de hecho, los escritores de novela histórica suelen hacer notables esfuerzos para acertar en este ámbito mediante la lectura y consulta de obras históricas de referencia sobre el periodo escogido; las novelas de gran éxito de Hilary M

El relato de Nathaniel Hawthorne “La correspondencia de P.” entra en una categoría relacionada y parecida: imagina una situación en que personalidades como Napoleón, Shelley o Byron han vivido hasta el momento en que Hawthorne escribe –1845– en lugar de morir antes, como realmente ocurrió.
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Esa desconfianza va de la mano con la creencia de que el gobierno y las investigaciones supuestamente avaladas por el oficialismo, como por ejemplo las de los profesores e investigadores universitarios, ocultan deliberadamente la verdad, a la que solo algunos individuos privilegiados como Teske, Hansig, Thomas, Williams y Dunstan, o los negadores del Holocausto de variado pelaje, pueden acceder gracias a la profundidad de su investigación o a su perspicacia.

Mundial’.

El libro sostiene que los nazis construyeron platillos volantes antes del fin de la guerra y los dirigentes del Tercer Reich los utilizaron para huir; luego se escondieron en búnkeres subterráneos en varias partes del mundo, incluida la Antártida, desde donde intentaban establecer el “Nuevo Orden Mundial”.

The Military-Industrial / Nazi / Alien Connection and the Infiltration of America by the Fourth Reich [El expediente Omega: la conexión militar-industrial / nazi / alienígena y la infiltración de Estados Unidos por parte del Cuarto Reich] de M. Robert K. Teske Jr., publicada en Nueva York en 2012. El texto promocional del libro reza:

Lo que está a punto de leer es polémico y puede resultar ofensivo para parte del público. Se recomienda discreción a los lectores. (nota: cuando aparece la palabra ‘alienígena’, puede sustituirse por ‘demoníaco’, ‘ángel caído’, ‘sobrenatural’ u ‘oculto’, ya que cualquiera de estas palabras podría aplicarse a los contenidos de este manuscrito). […] Si, como afirmaba el difunto J. Allen Hynek, más de una persona de cada cuarenta ha sido abducida y ‘procesada’ por la agenda del ‘gobierno secreto / alienígena’ –o una de cada diez según fuentes más recientes– entonces seguro que conoce a alguien que es un abducido y lo sabe. Esta información es para ellos. Para los que todavía no estáis ‘abducidos por los ovnis’, la información contenida en este libro es en cualquier caso vital, ¡¡¡os afecta y un día os puede salvar la vida!!! […] Este informe contiene los detalles más intrincados y secretos de una conspiración global que al parecer hunde sus raíces en una colaboración alienígena / militar-industrial decidida a someter a su control a todos los pueblos amantes de la libertad de este mundo, a través de la implementación de un gobierno global que suele conocerse com

Las investigaciones históricas espurias de este tipo están estrechamente relacionadas desde el punto de vista metodológico con el fenómeno políticamente motivado de la negación del Holocausto, en el que se dedica un considerable ingenio forense a intentar demostrar que los nazis no mataron a seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, que en Auschwitz no había cámaras de gas, que Hitler no tenía un plan o un proyecto de exterminio de los judíos y que las pruebas que han reuni­do los historiadores para demostrar que estas cosas realmente ocurrieron han sido orquestadas al término de la guerra por una conspiración encabezada por judíos. Si bien escritores como Thomas, Williams y Dunstan son relativamente inocentes de estar motivados políticamente en su actuación, es evidente que no puede decirse lo mismo de los negacionistas del Holocausto, que en general están movidos por una ideología antisemita, racista, neonazi o islamista radical y utilizan sus investigaciones –engalanadas a menudo con toda la panoplia académica de notas al pie y llevadas a cabo en centros de nombre aparentemente serio como “Instituto de Revisión Histórica”– para intentar convencer a la gente de que hay una enorme y siniestra conspiración judía que controla los medios de comunicación, las facultades de historia, los gobiernos, las universidades y los partidos políticos, y que obliga a todos a ocultar la verdad y gobierna el mundo en su propio interés.

Como observó el historiador Tim Mason: “Interpretemos como interpretemos las especulaciones de Hitler anteriores a 1941 sobre una guerra de hegemonía mundial contra Estados Unidos, la conquista de ‘espacio vital’ en la Rusia europea nunca se concibió como un objetivo finito, y Hitler caviló repetidamente sobre el peligro de que se iniciara un proceso de degeneración si el pueblo alemán se encontraba en algún momento en una situación en la que no tuviera que luchar contra ningún adversario”.

Más seriamente, por muy dividida y pendenciera que fuera la cúpula nazi, el escenario de Harris se aleja bastante de lo históricamente plausible al retratar una Europa de posguerra que vive en paz bajo un dominio alemán estable. De hecho, muchos historiadores estarían de acuerdo en que la guerra para los nazis no era solo una guerra sin límites, sino también una guerra sin fin. E