El Demonio se tambaleaba a través de la densa neblina, sus ojos rojos como brasas desquiciados por el hambre, y su piel macilenta y a ronchas pegada al cráneo de milagro.
—Ese… —Casteel rotó sobre sí mismo, sus movimientos tan elegantes como los de cualquier bailarín de las fiestas que se celebraban en Masadonia. Su espada de heliotropo cortó a través del aire con un silbido y seccionó la cabeza de un Demonio—. Es uno viejo.
Viejo era quedarse muy corto.
No tenía ni idea de cuándo se habría transformado este Demonio. Su piel estaba en tan mal estado como su ropa. Su boca se abrió para revelar varias hileras irregulares de colmillos. Aullando, el Demonio corrió hacia mí. Apreté bien la mano sobre mi daga de hueso de wolven y…
Un veloz lobuno de pelaje castaño rojizo explotó de entre la neblina, aterrizó sobre la espalda del Demonio y lo derribó.
—Oh, venga ya —refunfuñé—. Ese ya era mío.
Una impronta con sabor a cedro y vainilla me llegó a través del notam. La risa de Vonetta flotó a través de mis pensamientos.
Entorné los ojos en su dirección. Ni siquiera deberías estar aquí, regente.
Su risa sonó más fuerte, más alegre, mientras desgarraba el pecho del Demonio con sus garras, directa a su corazón.
Hice una mueca.
—Eso es asqueroso.
—No te preocupes, hay muchos más para que apuñales. —Emil agarró a un Demonio y lo empujó hacia atrás contra la corteza húmeda y grisácea de un árbol de sangre—. Porque están… por todas partes. Elige el que más te guste.
Giré en redondo cuando un chillido perforó el aire. Distinguí las figuras de al menos una docena de Demonios más en la neblina.
Tres días en la región más nororiental del Bosque de Sangre y esta era la primera vez que nos cruzábamos con una horda de este tamaño. Habíamos visto a unos pocos Demonios aquí y allá; media docena juntos, como mucho. Pero el día de hoy… ¿o era la noche? Era difícil de decir tan profundos en el bosque, donde el sol era incapaz de penetrar y la nevisca era una compañera constante, pero daba la impresión de que habíamos dado con una de sus guaridas.
Salté a un lado mientras Naill acababa con uno que pareció brotar del suelo.