El año 2020 llegó con cambios en el mundo y en mi vida, el tiempo se puso en pausa justo cuando yo había dejado a mis nietos en Santiago y mi corazón nuevamente se había dividido, justo cuando estaba enfrentada a esos cambios personales que tan cansada me tienen, justo cuando era tiempo de tomar decisiones y de entender tantas cosas… de la nada aparece un virus y nos obliga a quedarnos en casa, a alejarnos de todo y de todos, pensé que era mucho, que no podría, pero un bendito día me senté frente a la computadora y comencé a escribir. Así nació Leche condensada, mi libro, mis memorias, mi quinto hijo –como lo he llamado— porque ha sido difícil sacarlo a la luz, ha costado lágrimas, borradores eternos, sentarme a escribir y borrar, apagar y prender la computadora, cuestionarme, ordenar las presencias y ausencias… un parto con dolor. Mi tarro de leche condensada, que en realidad es un tarro de manjar delicioso, viene a rememorar mi infancia, mis vivencias, la simpleza de la vida, la felicidad de una niña herida que en un abrir y cerrar de ojos tuvo que crecer. Siento que he tenido una vida intensa y simplemente quise plasmarla en estas letras que salieron del alma, es solo mi vida.