La madre de todas las preguntas

Podemos imaginar la vigilancia de las cuestiones de género como la creación de silencios recíprocos

Las obras de arte que pueden acompañarnos durante décadas son como espejos en los que podemos mirarnos a nosotros mismos, pozos en los que nos podemos seguir sumergiendo. Nos recuerdan que es igual de importante lo que nosotros podamos aportar a la obra de arte que lo que la obra nos pueda aportar a nosotros, y se convierten en registros de cómo hemos cambiado.

Lo que yo hago es tratar de advertir sobre los malos usos del lenguaje. Todos somos detectives del lenguaje, y si prestamos la suficiente atención, podremos averiguar qué quieren decir las declaraciones, incluso cuando no tienen intención de decírnoslo, e incluso podremos saber cuándo nos mienten las historias. Muchas lo hacen.

El máximo propósito, y el más auténtico, del lenguaje es dejar las cosas claras y ayudarnos a ver. Cuando las palabras se emplean para hacer lo contrario, sabemos que tenemos un problema, y que quizás nos encontremos ante un encubrimiento.

Si leemos suficientes libros en los que la gente como nosotros es de usar y tirar, o sucia, o está callada, ausente o no vale nada, sin duda tendrá un impacto en nosotros. Porque el arte da forma al mundo, porque es importante, porque nos moldea. O nos rompe

Cuando escribí el ensayo que provocó todas esas respuestas iracundas, trataba de articular que existe un cuerpo literario canónico donde a las mujeres se les arrebatan sus historias, donde lo único que recibimos son historias de hombres, y que estos libros en ocasiones no solo no describen el mundo desde el punto de vista de una mujer, sino que inculcan la denigración y la degradación de las mujeres como cometidos estupendos.

Esto de prestar atención es el acto fundacional de la empatía, de escuchar, de ver, de imaginar experiencias más allá de las propias, de salir de los límites de la propia experiencia.

Gran parte del feminismo ha consistido en mujeres hablando de experiencias que hasta ese momento no se conocían, y por eso gran parte del antifeminismo ha consistido en hombres diciéndoles que esas cosas no pasan.

Es una verdad universalmente reconocida que a la mujer en posesión de una opinión le hace falta una buena corrección. Bueno, en realidad no es así, pero ¿a quién no le encanta improvisar con la célebre frase inicial de Jane Austen?

incluso Moby Dick, que me encanta, me recuerda a que a menudo se dice que un libro en el que no aparecen mujeres es un libro sobre la humanidad, mientras que un libro con mujeres en primer plano es un libro para mujeres.