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Jacqueline Kelly

La Evolución De Calpurnia Tate

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«Aquel verano de 1889, yo tenía once años y era la única chica de siete hermanos.
¿Os podéis imaginar una situación peor?
Me llamo Calpurnia Virginia Tate…»

Calpurnia, Callie Vee, es una niña que vive en un pueblo de Texas. A pesar de que su madre insiste en que aprenda a tocar el piano, coser y cocinar, ella está más interesada en lo que ocurre tras la puerta cerrada de la biblioteca, o en el laboratorio de su abuelo.
Poco a poco irá ganándose a este señor un tanto huraño y empezará a colaborar con él en sus observaciones del medio natural, aprenderá quién es Darwin, qué son las especies y las subespecies, y también lo idiotas que se vuelven los hermanos mayores cuando se enamoran.
«La evolución de Calpurnia Tate es la novela más deliciosa que he leído en muchos, muchos años… La lucha de Callie porque le permitan tener curiosidad intelectual resulta refrescante, divertida y muy acertada incluso para la época en que vivimos.»
The New Yorker
Este libro no está disponible por el momento.
293 páginas impresas
Publicación original
2012
Año de publicación
2012
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Opiniones

  • Dianela Villicaña Denacompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó
    🐼Adorable

Citas

  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 3 años
    Vi unas cuantas huellas huidizas que habían dejado los pájaros y otras criaturas pequeñas, sin duda tan confundidas como yo ante ese universo blanco y silente. Y cómo no iban a estarlo, si la última nevada había sido décadas atrás
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 3 años
    No había pájaros en el cielo argentino, ni ardillas en los árboles, ni zarigüeyas. ¿Adónde había ido toda esa abundancia de vida? La falta de seres vivos convertía el paisaje en algo hermoso y a la vez amenazador
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 3 años
    Miré a mi alrededor aquellos rostros que amaba y pensé en todos mis dones del año anterior: estaban papá y mamá, cogidos de la mano y con aspecto cansado pero feliz. Ella tenía algún cabello gris en las sienes, aunque yo no me di cuenta hasta entonces. Estaba Harry: orgulloso, alto y guapo, con el cuello y la corbata inmaculados; un joven caballero en ciernes. Estaban Sam Houston y Lamar; estaba Travis con Jesse James en brazos; estaba Sul Ross, bostezando. Y estaba J.B., que no se aguantaba de pie pero había decidido valientemente ver entrar el año nuevo.
    Y estaba mi abuelo, sumando su voz de barítono en triste y dulce armonía a la música, y con la barba larga encendida a la luz del fuego. Qué cerca habíamos estado de perdernos el uno al otro. Al final, él resultó el mejor regalo de todos.
    Las ollas y cacharros se fueron apagando y la canción se acabó, y todos nos fuimos a rastras a la cama, salvo mamá y papá, que se quedaron allí juntos un poco más.
    Yo me puse mi camisón más grueso de franela roja y me acosté. Menos mal que SanJuanna había eliminado el helor de las sábanas con un calentador de cama. Intenté aguantar un rato tumbada y hacer balance de mi vida. Es lo que se hace cuando termina un siglo, ¿no? Pero creo que en realidad me dormí enseguida y sólo soñé que hacía balance.

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