Para muchos educadores es motivo de sorpresa que algunas artes pasen de largo por la escuela, sin atravesar sus puertas, como si fueran adversarias del conocimiento, de la sensibilidad o del juicio crítico, capacidades indispensables en la formación estudiantil. Una expresión artística contemporánea como el cine —podría ser el cómic o la televisión— ha sufrido este desdén de parte del sistema educativo; a menudo ninguneada por las autoridades y temida por los docentes, ha terminado apartada de los planes de lectura y arrojada al tacho de los malos hábitos pedagógicos. Bien conducida, una sesión de cine no significa una pérdida de tiempo ni una invitación al desorden académico.
La cinematografía ha cumplido ciento veinte cinco años y, junto con la música, es el mayor consumo artístico entre los jóvenes: largometrajes, documentales o series cautivan sus miradas y eso debe comprometer responsablemente a la escuela. En su empeño por ofrecer nuevos enfoques en la educación, Eslava ha escrito este nuevo libro para nuestras profesoras y profesores preocupados por enriquecerse culturalmente e innovar sus formas de enseñanza en las aulas. Mirador de ilusiones fija dos vigas maestras: el reconocimiento del valor estético del cine y su aprovechamiento para profundizar muchas materias. No para convertir el cine en una asignatura —advierte el autor—, sino para usarla como una herramienta de enorme poder educativo que tiende a hundirnos dignamente en lo humano.