El amor es o no es. El amor poco denso no sirve para nada.
Abril G. Kareracompartió una citahace 5 años
La que decidió que toda una vida de esclavitud le había «reventado las piernas, la espalda, la cabeza, los ojos, las manos, los riñones, el vientre y la lengua», y por tanto para vivir sólo le quedaba el corazón… al que puso a trabajar de inmediato.
Abril G. Kareracompartió una citahace 5 años
Un hombre no es un hacha. No es una condenada herramienta que corta, tala y destroza todo el día. Las cosas le llegan. Hay cosas que no puede desprender porque las lleva dentro.
Abril G. Kareracompartió una citahace 5 años
Era peligroso que una mujer que había sido esclava amara tanto algo, especialmente si ese algo eran sus propios hijos. Él sabía que lo mejor era querer un poquito; quererlo todo, pero sólo un poquito, de modo que cuando les rompieran la espalda, o los arrojaran en un saco de desperdicios, te quedara un poco de amor para el siguiente.
Abril G. Kareracompartió una citahace 5 años
Algún día irás andando por el camino y oirás o verás algo. Con toda claridad. Y pensarás que eres tú la que está pensando. Una imagen pensada. Pero no. Es cuando tropiezas con un recuerdo que le pertenece a otro.
Abril G. Kareracompartió una citahace 5 años
Su pasado había sido como su presente —intolerable—,
mirandathillscompartió una citahace 10 meses
Te estimulan a dejar algo de tu peso en sus manos y en cuanto sientes el encanto de la ligereza, estudian tus cicatrices y tribulaciones y después hacen lo que había hecho él: ahuyentar a sus niñas y destrozar la casa.
mirandathillscompartió una citahace 10 meses
Los sueños de él se habían prolongado excesivamente. La carencia de ella consistía en no haber tenido nunca sueños propios.
mirandathillscompartió una citahace 10 meses
Lo que sí supo es que la responsabilidad de sus pechos, por fin, recaía en otras manos.
Silvia Santaolallacompartió una citael año pasado
Así, finalmente también la olvidaron. Recordarla parecía imprudente, insensato. Nunca supieron dónde o por qué se encogió, ni de quién era el rostro sumergido que tanto necesitaba.