«Oh Dios, ojalá fuese yo el muerto»; decían, «yo que estoy tan cansado de llevar esta vida aquí dentro». Muchos de ellos murieron, muchos que hubiesen podido vivir y sanar. Envilecidos porque no tenían ninguna posibilidad de salir, se negaban a comer. Y les introducían la comida por la nariz con la ayuda de una sonda, pero de nada servía porque allí dentro se encontraban sin la menor esperanza de salir. Como una planta que se ha secado porque no llueve, con las hojas marchitas, así era la gente aquí».