Diario de una doncella

Mi rechazo al compromiso no me impedía morder el fruto pecaminoso de la lujuria, pero el sabor de los hombres que conocía no podía saciar mi apetito. En muchos de ellos creí atisbar a mi amante imaginario, pero tendría que pasar mucho tiempo hasta encontrar a un hombre que me excitara realmente y me aceptara como la mujer voluptuosamente fogosa que soy.
Reconozco que soy esclava de mis pasiones, un poco rebelde, como me recordaban mi desgraciada tía y la horrible vigilante del orfanato donde estuve una breve temporada. Soy enteramente consciente de mi sensualidad y no me avergüenza admitir que prefiero las manos de un hombre a las mías para darme placer

«No puedes caminar hacia el futuro sin aceptar tu pasado, amor mío, porque fue ese pasado lo que te convirtió en la extraordinaria mujer que eres hoy»

silencio me hizo mirarlo de nuevo, y el corazón se me encogió de temor al ver la sombra que oscurecía su expresión.

¿Por qué tenemos que depositar nuestro amor propio en los hombres, cuando somos las responsables de nuestras propias pasiones?

Muy rara vez me permito analizar las diferencias entre los dos sexos, porque desgraciadamente seguirán existiendo hasta que las mujeres hagan oír su opinión en la sociedad.

El hombre es una criatura exquisita, aunque no siempre racional.

Decía que la lectura me serviría para alejarme de mi pobre condición social y ayudarme a ver que soy una joven damita

Supongo que la casa debía de ser suya, pero nunca lo vi subir a ella y no creí que le hiciera daño a nadie si me sentaba

Él me apretó el hombro y una deliciosa sensación de compañerismo me colmó el corazón.

Quizá me venga bien un poco de aceite de lavanda por la mañana… para calmarme, naturalmente.