La condición de ciudadano se ha convertido en uno de los focos de atención de los estudiosos y críticos de la democracia. Para el liberalismo el concepto de ciudadanía queda reducido a sus características jurídicas, a la pertenencia a un Estado que garantiza unos derechos fundamentales, con menoscabo de las obligaciones y el compromiso de las personas con una serie de valores éticos y políticos. Existe un déficit de ciudadanía que deriva de la idea de una libertad exclusivamente liberal, entendida como no interferencia, estrictamente negativa. Una libertad distanciada de los imprescindibles vínculos cívicos que constituyen el sustrato de toda democracia.
La convicción de que la ciudadanía sufre un declive que amenaza los cimientos de la convivencia y de las instituciones democráticas ha inspirado el proyecto de educación cívica, con el objetivo de inculcar los mínimos éticos necesarios que cualquier ciudadano debe hacer propios. Un proyecto que no debería limitarse a ser una mera asignatura, sino que deberían hacer suyo todos los agentes sociales.
Este libro analiza los factores que han contribuído a deslucir la función del ciudadano así como los intentos teóricos y prácticos propuestos para invertir la situación en que nos encontramos. Especial atención merece la propuesta de «educación para la ciudadanía» aportando elementos que la justifican y pueden ayudar a que se desarrolle satisfactoriamente.