—Para usted es fácil decirlo, pero son ocho semanas completas y ya llevo catorce en mi casa. Son tres meses y medio, por si no las ha sumado.
—¿Y no tienes cosas que preparar?
—Con el debido respeto, señor, está todo más que preparado. No voy a entrar en detalles, pero le diré que el otro día coloqué la despensa por orden alfabético. Me estoy empezando a dar miedo. No sé lo que haré si me dice que no.
Él unió los dedos y los apoyó en los labios.
—No sé —dijo al fin—. No me gusta correr ese riesgo.
—No hay riesgo. Por favor. Lo que sea. Archivar, papeleo… Jefe, hasta mi perro está harto de mí.
El jefe soltó una risita.
—Seguro que exageras.
—¿Sí? Escúcheme bien. Ayer le tiré su pelota favorita para que me la trajera; la recogió del suelo, la llevó al barranco que hay detrás de mi casa y la tiró por él.