NoViolet Bulawayo

Necesitamos nombres nuevos

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  • Maria Garciacompartió una citahace 6 meses
    Majaivana, ponen a Solomon Skuza, a Ndux Malax, Miriam Makeba, Lucky Dube, Brenda Fassie, Paul Matavire, Hugh Masekela, Thomas Mapfumo, Oliver Mtukudzi... Ponen canciones antiguas
  • Stefany Garzacompartió una citahace 4 años
    No les importa que a nosotros nos dé vergüenza estar sucios y llevar la ropa rota, ni que prefiramos que no nos hagan fotos. No, ellos siguen con las fotos
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    Supongo que era ese nuevo baile loco que llaman daggering.
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    No sostuvimos sus cabezas sobre hierbas humeantes para hacerlos fuertes, no les atamos a la cintura amuletos que los protegieran de los malos espíritus, no hicimos cerveza ni esparcimos tabaco para anunciar su llegada a los antepasados. En lugar de todo eso, sonreímos.
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    Y entonces nacieron nuestros hijos, y aferramos con fuerza sus partidas de nacimiento americanas. No les pusimos el nombre de nuestros padres, ni el nuestro, porque teníamos miedo de que, si lo hacíamos, fueran incapaces de pronunciar sus propios nombres, y sus amigos y sus profesores no sabrían cómo llamarlos. Así que les pusimos nombres con los que sintieran que pertenecían a América, nombres que no significaban nada para nosotros: Aaron, Josh, Dana, Corey, Jack, Kathleen. Cuando nuestros hijos nacieron, no enterramos sus cordones umbilicales para atarlos a la tierra, porque no teníamos una tierra que pudiéramos llamar nuestra. No
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    No es esa Mélika aquel lugar espantoso adonde se llevaron secuestrados a hijos e hijas de negros hace muchos, muchos años?

    Y aunque oíamos todo esto, dejábamos que nos entrase por un oído y nos saliese por el otro, fingíamos no haber oído nada. No nos harían cambiar de opinión, no íbamos a escucharlos: nos marchábamos a América. Siguiendo los pasos de aquellos hijos negros secuestrados, nos marchábamos, sí, nos marchábamos. Y cuando llegamos a América cogimos nuestros sueños, los miramos con ternura, como si fueran bebés recién nacidos, y los dejamos a un lado; no lucharíamos por ellos. Nunca seríamos las cosas que habíamos querido ser: médicos, abogados, profesores, ingenieros. No habría colegio para nosotros, a pesar de que nuestros visados eran visados de estudios. Para empezar, sabíamos que no teníamos el dinero para pagarnos los estudios, pero aun así habíamos solicitado esos visados porque era la única forma de salir.

    En lugar de ir a la escuela, trabajamos. Nuestras tarjetas de la Seguridad Social decían «Válida para trabajar sólo con autorización del Servicio de Inmigración», pero nosotros apretábamos los dientes, nos saltábamos la ley y trabajábamos. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? ¿Qué podríamos haber hecho? ¿Qué podría haber hecho nadie? Y como estábamos infringiendo la ley, agachábamos la cabeza, avergonzados, porque antes nunca habíamos infringido la ley. Agachábamos la cabeza porque ya no éramos personas; ahora éramos ilegales
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    Como no estábamos en nuestro país, no podíamos hablar en nuestro idioma, así que, cuando lo hacíamos, la voz nos salía como si estuviera herida. Cuando hablábamos, la lengua se revolcaba, furiosa, en la boca, y no atinaba, como un borracho. Como no hablábamos en nuestro idioma, decíamos cosas que no queríamos decir, y lo que de verdad queríamos decir se nos quedaba dentro, encogido, atrapado. En América no siempre teníamos las palabras adecuadas. Únicamente cuando estábamos solos hablábamos con nuestras voces auténticas. Cuando
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    En mi mente hay dos casas: mi casa antes de Paraíso, y mi casa en Paraíso; la casa uno y la casa dos.
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    En América, la gordura no es la gordura a la que yo estaba acostumbrada en casa. En mi país, la gordura era una cuestión de tamaño, era una gordura normal que podía entenderse porque significaba que la persona comía bien, era una gordura que podía envidiarse. Era una gordura que no deformaba el cuerpo: un cuello seguía siendo un cuello; un vientre era un vientre; un brazo, un brazo y un culo, un culo. Pero esta gordura americana no tiene nada que ver, es como de otro nivel, porque el cuerpo se convierte en otra cosa: el cuello, en un muslo; la tripa, en un hormiguero; el brazo, en una cosa, y el culo, no sabría decir en qué
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    Así hablaban, despiertos una noche tras otra, esperando ese cambio que estaba cerca. Y esperaron, esperaron y es­pe­raron. Pero la espera no se acabó y el cambio no llegó. Fue entonces cuando llegaron unos hombres que buscaban a Na­cidolibre. Y ése fue el fin, eso hizo que los adultos dejaran de hablar del cambio. Como si la votación y las fiestas y todo lo que había pasado no hubiera pasado en realidad. Los adultos simplemente volvieron en silencio a sus chabolas para ver si todavía eran capaces de agacharse, y descubrieron que sí, que podían agacharse, que se doblaban mejor que una rama cargadita de guayabas podridas
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