Nuestra atención, nuestras actividades, nuestra ubicación, nuestros deseos… Todo lo que revelásemos sobre nosotros mismos, conscientes o no de estar haciéndolo, se vigilaba y se vendía en secreto, en un intento por retrasar la inevitable sensación de intromisión que está surgiendo ahora en la mayoría de nosotros. Además, dicha vigilancia iba a seguir fomentándose activamente, e incluso a financiarse, a cargo de un ejército de Gobiernos ávidos de obtener ese enorme volumen de información de inteligencia que se presentaba ante ello