Hemos de reconocer que, tanto espacial, como temporalmente, no dejamos de ser una minúscula mota de polvo alojada provisionalmente sobre la superficie de un pequeño planeta de tamaño irrisorio, en medio de un universo cuyas dimensiones y complejidad apenas comenzamos a poder calcular, que no a intuir ni a imaginar, porque como Borges (1989) expresó con su maestría característica, la máquina del mundo es harto complicada para la simplicidad de los hombres.