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Libros
Leila Guerriero

Una historia sencilla

En enero del año 2011, Leila Guerriero viajó hasta un pequeño pueblo del interior de Argentina para contar la historia de una competencia de baile folklórico: el Festival Nacional de Malambo de Laborde. El malambo es un baile tradicional entre los gauchos argentinos y el festival termina con la coronación de un campeón. Para resguardar el prestigio del certamen, los campeones han hecho un pacto: una vez que ganan, ya no pueden volver a presentarse en otra competencia. La segunda noche, Guerriero vio a un bailarín que la dejó paralizada, Rodolfo González Alcántara, y decidió contar su historia. El resultado es esta crónica repleta de suspenso y plagada de personajes entrañables en la que González Alcántara cobra las dimensiones de un gladiador trágico. Este libro cuenta la más difícil de las épicas: la épica del hombre común. «El periodismo que practica Leila Guerriero es el de los mejores redactores de The New Yorker, para establecer un nivel de excelencia comparable: implica trabajo riguroso, investigación exhaustiva y un estilo de precisión matemática» (Mario Vargas Llosa).
104 páginas impresas
Publicación original
2013
Año de publicación
2013
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Opiniones

  • Martha Lunacompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    💡He aprendido mucho
    🎯Justo en el blanco
    💧Prepárate para llorar

    Que baile tan maravilloso y fascinante es el Malambo de Argentina. Una tradición que en la pluma y prosa de Leila Guerriero se transforma en poesía. Si te gusta ver documentales este libro lo vas amar, porque es como estar viendo en la televisión un documental. Así es la manera tan fina de narrar de Leila. Es el primer libro que leo de ella y definitivamente me quedo con ganas de seguir descubriendo su obra.
    Les recomiendo también buscar en YouTube los videos de las competencias de Malambo en Laborde, donde salen los competidores que aquí se mencionan. Es una experiencia simplemente surreal.
    Las vidas de estos hombres y mujeres que entregan todo, literalmente todo para competir en este festival anual es conmovedor e inspirador. Te deja sin palabras. Bellísimo.

  • Tita Garcíacompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó

    Una historia sencilla muy bien contada

  • Ahora todo en dedanscompartió su opiniónhace 5 años
    💡He aprendido mucho
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo
    💧Prepárate para llorar

    El mejor libro que he leído este enero 2020, en su último día. El día de hoy, cuando me dirija a mi ensayo de una danza que no es el Malambo, lo haré con el corazón saturado de las emociones que esta historia removió. Espero que las personas con sueños y esperanzas (es decir, todo el mundo), se dejen conmover por la narración de Leila Guerrero. No puedo esperar a seguir leyendo otros libros de ella, mientras me voy a buscar toda la información que pueda sobre el protagonista de esta historia verídica.

Citas

  • Linda Priscompartió una citahace 4 meses
    Después, durante cuatro minutos cincuenta y dos segundos, hizo crujir la noche bajo su puño.

    Él era el campo, era la tierra seca, era el horizonte tenso de la pampa, era el olor de los caballos, era el sonido del cielo del verano, era el zumbido de la soledad, era la furia, era la enfermedad y era la guerra, era lo contrario de la paz. Era el cuchillo y era el tajo. Era el caníbal. Era una condena. Al terminar golpeó la madera con la fuerza de un monstruo y se quedó allí, mirando a través de las capas del aire hojaldrado de la noche, cubierto de estrellas, todo fulgor. Y, sonriendo de costado –como un príncipe, como un rufián o como un diablo–, se tocó el ala del sombrero. Y se fue.
  • Cecilia GMcompartió una citael año pasado
    Después, durante cuatro minutos cincuenta y dos segundos, hizo crujir la noche bajo su puño.
    Él era el campo, era la tierra seca, era el horizonte tenso de la pampa, era el olor de los caballos, era el sonido del cielo del verano, era el zumbido de la soledad, era la furia, era la enfermedad y era la guerra, era lo contrario de la paz. Era el cuchillo y era el tajo. Era el caníbal. Era una condena. Al terminar golpeó la madera con la fuerza de un monstruo y se quedó allí, mirando a través de las capas del aire hojaldrado de la noche, cubierto de estrellas, todo fulgor. Y, sonriendo de costado –como un príncipe, como un rufián o como un diablo–, se tocó el ala del sombrero. Y se fue.
    Y así fue.
    No sé si lo aplaudieron. No me acuerdo.
  • Alejandracompartió una citahace 2 años
    Rodolfo se agacha y, sobre la espalda del nene, escribe, trabajosamente, una dedicatoria. Después se despide con un beso, camina hasta la sala de prensa y, en un rincón, empieza a desvestirse. Se quita la chaqueta, la rastra, la faja, la camisa. Y, antes de guardarlas en el bolso marrón, a cada una de esas cosas les da un beso.

    Yo no lo vi llorar, pero lloraba

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