La promesa que nunca hicimos

Estar a distancia me hacía querer tenerlo junto a mí con más fuerza.

adictivo como el elixir de la puta juventud. Tan masoquista como suena, nos manteníamos unidos a pesar de la distancia

Muy pocos lo sabían, pero ese era el hombre que mandó a la mierda mi corazón en lo más profundo del Egeo y jamás lo buscó para devolverlo a su lugar

Cada vez estábamos más cerca de Oia, el lugar donde me quedaría durante casi dos meses. En esta época del año apenas hay turistas y la verdadera razón de mi llegada era terminar un libro que publicaría el próximo año. Para escribir me gustaba alejarme, y más cuando tenía la historia estancada como ahora.

Cada vez estábamos más cerca de Oia, el lugar donde me quedaría durante casi dos meses. En esta época del año apenas hay turistas y la verdadera razón de mi llegada era terminar un libro que publicaría el próximo año. Para escribir me gustaba alejarme, y más cuando tenía la historia estancada como ahora.

No dejaba de imaginarme cómo debió ser este lugar. El volcán y la civilización que vivía en las faldas. Con tanta isla en los alrededores, no sé cómo vinieron a parar a las faldas de un volcán. De cualquier modo, el volcán estaba destinado a estallar y matar a miles de personas.

«Ellos eran almas gemelas, aunque muchas veces vienes a esta vida a encontrar a tu alma gemela, pero no a permanecer una vida juntos».

Su cálida piel morena tocó la mía, éramos como la leche y el chocolate. Él moreno oscuro y yo blanca —no como la nieve— pero sí morena clara.