Los turcos, los españoles, los italianos, los austríacos o los franceses creyeron que sus cafés les distinguían como una seña de identidad, pero los locales prefabricados y marcados de Starbucks (pseudointelectuales, chics, pseudonaturales, esmaltados de música clásica, rociados de spray con aroma de café) son ahora miles en el planeta en detrimento de las instituciones locales.