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Slavoj Zizek

El más sublime de los histéricos

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¿Qué sabemos de Lacan? ¿Y de Marx? ¿De Kant? ¿De la democracia y del totalitarismo? ¿De la burocracia y de la servidumbre? ¿De la necesidad y la contingencia? ¿De la representación y las imágenes? ¿Del comunismo y el psicoanálisis? ¿De la deconstrucción y de la filosofía analítica? ¿Del Witz y de lo que es serio? ¿Qué sabemos que no sea un cliché, mil veces contradicho, o una convicción demasiado cómoda? A través de una fascinante lectura de Hegel, cuya comprensión transforma de hito en hito, Slavoj Žižek dinamita todos los clichés y desestabiliza todas las convicciones para proponer nuevas maneras de responder a estas preguntas. Hicimos de Hegel el pensador de la abstracción y la reacción; Žižek lo convierte en el de lo concreto y la revolución. La suya, y la que está por venir.
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379 páginas impresas
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Citas

  • b7290150166compartió una citael año pasado
    el chiste evocado por Lacan: «Tengo tres hermanos: Paul, Ernest y yo»
  • b7290150166compartió una citael año pasado
    Lo Particular está siempre en falta, nunca hay suficiente de él para llenar la extensión de lo Universal y, al mismo tiempo, es excedente, demasiado abundante, superfluo, puesto que siempre se agrega como el elemento de más que hace las veces de lo Universal mismo
  • b7290150166compartió una citael año pasado
    He aquí la razón por la cual la divisa hegeliana el Todo es lo Verdadero puede inducirnos a error si lo interpretamos en el sentido del «holismo» tradicional según el cual todo contenido particular es solo el momento pasajero y subordinado de una Totalidad integral. El «holismo» hegeliano es mucho más paradójico, es un «holismo», por así decirlo, referencial: en Hegel el Todo forma siempre parte de sí mismo, siempre se cuenta entre sus propios elementos. El «progreso» dialéctico no tiene nada que ver con una simple diferenciación de una totalidad inicial no diferenciada en la que no sería otra cosa que una ramificación dentro de una red de determinaciones concretas cada vez más ricas: su mecanismo es, antes bien, el de un Todo que siempre vuelve a ajustarse a sus propias partes, como en el chiste evocado por Lacan: «Tengo tres hermanos: Paul, Ernest y yo».

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