Quiero dejar aquí cinco medidas para desarrollar la resiliencia. Cada una tiene su propia consistencia, pero se une a las otras formando un mosaico de elementos sólidos.
Por una parte, hay que confiar en un círculo protector: rodearse de personas que desprendan afecto, ternura, comprensión… ese contacto humano es decisivo. Por otra, volcarse con los demás y olvidarse de uno mismo: es una estrategia no fácil, pero muy eficaz. Los psicólogos expertos en resiliencia la subrayan con fuerza. Además, tener objetivos concretos, pocos y bien delimitados, y luchar a fondo por irlos metiendo en la conducta propia. Tienen que ser medibles, realistas y a la vez atractivos. Por otro lado, es esencial tener modelos de identidad sanos, positivos, que tiren de esa persona y que quiera imitarlos. Y, por último, superar las heridas del pasado y sacarle partido a las oportunidades cuando aparezcan.