¿Qué tendremos los mexicanos que no podamos ir adonde todos los pueblos van? ¿Quién nos impide hurgar en el común patrimonio del espíritu con el mismo señorío que los demás? ¿Quién, en Cuba, en el Brasil, en la Argentina, echa en cara a sus escritores el tener autoridad, digamos, sobre el tema de Maquiavelo, la antigua Grecia, las monedas romanas o el culto errabundo de Astarté durante el pasado siglo? No y mil veces no: nada puede sernos ajeno sino lo que ignoramos.