Criminal

—Ya sabes lo que pasa con los hombres. —Tiró el cigarrillo al jardín—. A veces, una mujer se enamora de un asesino.

Debe de ser maravilloso tenerlo en casa.
Ella sostenía el cigarrillo entre los labios.
—Disfruto de cada momento.

Decirle a alguien que le querías equivalía a pedirle que te dijera lo mismo.

Haría cualquier cosa con tal de tenerle a su lado. Aceptar sus secretos, soportar sus silencios, aguantar a su horrible esposa

Tenía la boca dolorida de tanto besarse. Y notó un hormigueo en la piel al pensar en él.
No había duda de que estaba enamorada. Quizá se enamoró de él cuando lo vio lavar los platos en la cocina de su madre.

Buscó una mejor explicación, pero solo se le ocurrió una—: Es solo intuición femenina.
—No lo llames así —ordenó Duke—. Llámalo presentimiento. Es algo que se siente en las entrañas, no entre las piernas.

Quería abofetearle, patearle la boca, arrancarle los huevos, coserle la boca, los ojos y la nariz, y pegarle hasta que se ahogase en su propio vómito—.

Quería despertarse dentro de un año, cuando todo hubiese acabado.

Le gusta hablar de libros y cosas de ese estilo, pero no creo que haya leído ninguno en su vida.

Al fin y al cabo, todos nos liberamos de nuestros problemas al morir.
—Eso es de Hamlet —dijo Amanda. Había estudiado a Shakespeare dos trimestres antes.