Historia mínima de Centroamérica

Grupos nahuas se habían establecido a lo largo del istmo hasta Nicaragua

el territorio que hoy habitamos los centroamericanos, había cerca de unos seis millones de habitantes.

Así pues, dejando fuera a Yucatán, una docena de señoríos lencas, mayas, mayoides y nahuatizados, dispares en recursos y tamaño, en el septentrión del istmo y unas 200 jefaturas tribales en su parte meridional intercambiaban los productos para los cuales cada cual tenía una ventaja, y sus redes y circuitos se conectaban en Tehuantepec con los de Oaxaca, en Acalan-Tixchel con los de los pochtecas y en la Mosquitia y Nicoya con las rutas del sur.

las tierras del nicarao producía guani (excremento del sol u oro), así como chumpipes gordos.

las rutas terrestres, recorridas por caravanas de tamemes

Pacífico de Nicaragua conservaron e impusieron incluso su lengua utoazteca y su cultura hasta el siglo xvi, cuando una nueva migración nahua con la conquista reforzó el proceso de nahuatización.

El derrumbe de la civilización, el abandono de sus grandes centros civilizadores y las migraciones subsecuentes están mal documentados y son todavía misterios. Están correlacionados, sin embargo, con dos factores comprobables: una serie de migraciones desde el norte, ante las cuales sucumbió primeramente Teotihuacán y la aguda disolución del sistema social maya manifiesta en rebeliones de tributarios acaso resentidos con la explotación como la que registran los murales de Bonampak, y en guerras entre señoríos.

La arqueología sugiere que, con posterioridad, los sucesores del rey derrotado a menudo tuvieron que negociar su poderío —antes absoluto— con los cabecillas de sublinajes y en otros casos, con jefes de guerra. Si la victoria confirmaba la condición intrínseca del divino señor, su derrota la ponía en tela de juicio.

Así como las dinastías sobrevivían sus derrotas, incluso cuando perecía un rey o se interrumpía su línea directa de sucesión, la mayor parte de la veces se recuperaban pronto y retomaban, con aún más vigor que antes, el discurso que representaba el derecho dinástico personal y la legitimidad del sucesor en la retórica del arte, siempre dispuesto a contradecir los hechos, a omitir lo inconveniente. Y a falsear un poco quizás, o un mucho, los hechos cuando resultaba útil.

La derrota de un rey era absolutamente personal; no suponía una terminación de la dinastía, ni una desaparición del cah como tal, sino quizás sólo la imposición de un tributo de alto valor simbólico. Y por supuesto el reconocimiento de una hegemonía, que también comportaba una nueva alianza con el vencedor. Pero los reinos sobrevivían como tales a las catástrofes de la guerra y no tardaban los derrotados en conspirar contra quien los había humillado.