Entonces, cuando fuese fuerte, atacaría al emperador.
«Sí», admitió para sí Khardan casi de mala gana, «podría hacerse.» La visión de Ma-teo no era tan fantasiosa y alocada como le había parecido al califa en las tempranas horas del amanecer. Podía hacerse realidad. El podría ser emperador de Sardish Jardan, si quisiera. Viviría en un magnífico palacio de esplendores que apenas si podía comenzar a imaginarse.