Si Kropotkin tiene razón, la parte comunista de la naturaleza del ser humano es mayor que la egoísta. Y no ser egoísta, pues, no es en sí arte alguno sino la esencia de la naturaleza humana. La alegría por la vida compartida, el dinero compartido y el éxito compartido pesa más que la rivalidad, la obstinación y el triunfalismo del egoísmo.