Una cosa sí que sé: que no querrán para sí una realidad recrudecida a base de esclavitud y conquista. No querrán oír hablar de las masacres de hombres y niños, de la esclavización de mujeres y niñas. No querrán saber que vivíamos en un campamento en el que los violadores campaban a sus anchas. No, mejor querrán que los solacen con algo menos fuerte, para empezar. ¿Una historia de amor, quizá? Tan solo espero que logren averiguar quiénes fueron los amantes.
Esta es la historia de Aquiles. La suya, no la mía. Y acaba en su tumba.
Alcimo ya está aquí, me tengo que ir. Alcimo, mi marido. Puede que sea un poco tonto, pero, como dijo Aquiles, es buena persona. Además, hay cosas peores que casarse con un tonto. Así que le doy la espalda al túmulo funerario y dejo que sea él el que me lleve hasta los barcos. Hubo una vez, no hace mucho tiempo, que no quise ser parte de la historia de Aquiles, estuve a punto de emprender la huida y fracasé. Ahora, mi propia historia puede comenzar