Sentía que los había abandonado, lo cual era cierto, pero no sabía por qué eso me hacía sentir remordimientos. Había perdido a todos mis seres queridos, incluso me habían quitado a gente por la que solo sentía un mínimo aprecio; había estado a punto de morir, y había tenido que matar… ¿Qué más quería el mundo de mí? ¿Es que no había hecho ya suficiente? ¿Tendría que sacrificara mi propia vida también?
No lo iba a consentir, y no lo hice. Me convencí de que, si ignoraba a mi conciencia durante un tiempo, acabaría olvidándome de todo. No era justo que me sintiera mal después de todo por lo que había pasado. No era justo.