En “El hombre cotidiano” encontraremos, como resultado de la progresión, la cima de los procedimientos creativos del autor. La lectura de este poemario es peligrosa: crea hábitos espirituales, deseos extraños al orden previsto. Después de leerlo van a sentir que «nuestra humanidad más ancha” se pierde junto con la del poeta si vivimos de espaldas a la poesía. Después de leerlo, ya no podrán apartarse de la idea de que somos todos parte de un viaje “organizado y loco”. Ya no podrán concertar una cita con la mujer amada sin sentir que “algo salvaje, fuera de medida”, salta de la sangre, y sin decirle: «Afrodita, nos vemos en Cristálida”.